viernes, 20 de junio de 2014

En el Día Internacional de las Personas Refugiadas

Por Miguel Castro, (Vicepresidente de la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla - AAPSS)

Los magnates mundiales del neoliberalismo y su aparato de propaganda global nos hicieron creer que la globalización era la solución a los problemas de la humanidad hacia la paz, mientras el poder político absoluto y el control de los recursos y del comercio mundial quedaba en manos de unos pocos.

Hoy, a más de 20 años de la caída del “Muro de Berlín”, ese mismo poder absoluto está provocando más desigualdad, hambre, focos bélicos, población desplazada y refugiada que nunca. 



Según datos de las agencias internacionales dependientes y colaboradoras de la ONU, la población mundial desplazada, exiliada o refugiada a causa de desastres naturales, conflictos, guerras civiles o invasión militar de su propio país, supera las 45 millones de personas, de las cuales: 
- Casi 29 millones viven desplazados o exiliados en campamentos de población refugiada, soportando carencias alimentarias sanitarias, higiénicas y condiciones climáticas extremas y adversas. 
- 15,4 millones han huido de su país, obligados y perseguidos por el hambre, por cuestiones políticas o religiosas, a buscar un lugar más seguro para su integridad física y de sus familias.



En menos de una década se han duplicado los conflictos civiles y militares en las zonas del mundo más ricas de materias primas (sobre todo minería, hidrocarburos, madera y otros recursos naturales), fomentados por la ambición de la industria y del comercio de los países del primer mundo, amparados por el imperio de la globalización capitalista.



Bajo este mismo paraguas, ACNUR y otras instituciones, nos señalan Pakistán como el lugar donde se concentra el mayor número de población desplazada y refugiada, huida de Afganistán, Iraq, y otros países limítrofes. Sin embargo, observando los conflictos más recientes de Siria, Sudán, Mali, Kenia, Etiopia e Iraq (invadido y destruido hasta sus cimientos, saqueado de su patrimonio histórico y cultural y de sus recursos naturales, tras la salida de las potencias multinacionales, entre las cuales España, Reino Unido y EE.UU.), nos cuestionamos los datos de la agencia, y examinamos como estos últimos son países por excelencia con más personas desplazadas hoy en día. Además, nos damos cuenta de cómo siguen en el olvido de las agendas políticas internacionales, los conflictos que han provocado la condición de refugiado más antigua de la historia: el de Palestina y del Sáhara Occidental: dos pueblos invadidos y masacrados permanentemente por Israel y Marruecos, protegidos de ese falso e hipócrita imperio de la globalización, liderado por el gendarme del Mundo, los EE.UU.



El Sáhara, España y la Monarquía borbónica.
Imaginemos por un instante ponernos en la piel de todos los/as refugiados/as y desplazados/as del mundo, hoy 20 de Junio, en su “Día Internacional” decretado por la ONU (que, dicho sea de paso, no sirve para nada sino para que nos acordemos bien de su situación y la grabemos en nuestra memoria). El caso de pueblo refugiado más cercano y vinculado a España es el del Pueblo Saharaui, cuya situación de abandono y desamparo es de absoluta responsabilidad del Reino España, de su Monarquía, y en consecuencia de todos los españoles y españolas. Millares de ciudadanos y ciudadanas de todas las comunidades, regiones y municipios del Estado no olvidan esta responsabilidad incumplida por los partidos políticos y los gobiernos, y ayudan a la supervivencia del pueblo saharaui, cubriendo, en la medida posible, sus necesidades más básicas, para exigir que se les haga justicia, reclamando que se cumpla con el deber de Reparación y con la Jurisprudencia Internacional, para que el pueblo saharaui pueda ejercer su derecho de autodeterminación e independencia del Reino de Marruecos, que ocupa de facto el Sáhara Occidental, causando dolor y sufrimiento a nuestro pueblo hermano. 



El Pueblo Saharaui, desde hace 40 años, vive dividido entre los Campamentos de Población Refugiada en Tinduf, en el sureste de Argelia, los territorios ocupados por el Reino Alauita y la diáspora, especialmente en el sur de Europa, aunque haya miles de personas repartidas por todo el planeta. Mientras tanto, el territorio del Sáhara Occidental se mantiene dividido de Norte a Sur por el muro más largo de la tierra, construido en los años 80 del siglo pasado por Marruecos, con financiación de Francia e Israel y apoyo logístico de EE.UU, mientras España, y sus dirigentes tanto de derechas, como los socialdemócratas, volvían la cara de vergüenza para otro lado, tal y como siguen haciendo hoy en día.



El movimiento de solidaridad con el Pueblo Saharaui reclama en este instante, a solo unas horas de la Coronación de D. FELIPE VI como nuevo Rey de España (ironías de la vida que coincida en el número de regencia con su “primo hermano” MOHAMED VI de Marruecos), que repare el fragante incumplimiento de la palabra dada por su padre JUAN CARLOS I al Pueblo Saharaui en la ciudad de El Aaiún el 2 de Noviembre de 1975, cuando prometió solemnemente defenderlo y no abandonarlo, ante la amenaza de invasión marroquí. Días después, el 14 de Noviembre de ese mismo año, vendía al “Sahara Español” y a su gente, a título de Jefe del Estado español en funciones, con su Real firma, en los traidores y bastardos “Acuerdos Tripartitos de Madrid”, por el que se vendía y abandonaba a los saharauis, a merced de Marruecos y Mauritania. Aquella venta, favoreció que HASSAN II de Marruecos reconociera como su “hermano” menor a Juan Carlos I, y apoyara económicamente el afianzamiento político y patrimonial de la monarquía española, contando además con la amistad indisoluble y personal de los reyes de Arabia Saudita, último país visitado oficialmente por el viejo rey Juan Carlos. 



En esta hora aciaga, el nuevo Rey no solo hereda la corona y los privilegios regios, sino también las deudas políticas contraídas y los incumplimientos familiares de los Borbones. 



Por lo que esperamos fervientemente que el primer País que visite Felipe de Borbón, tras su coronación como Rey de España, no sea Marruecos, y demuestre su independencia respecto al Sultán Alauí, rompiendo así la cadena de silencio que la mala acción de su padre provoca en la política exterior española.