por Aziza Brahim
Nuestro pueblo ha de desarrollar y conservar su cultura ya que es una de las señas más importantes de nuestra identidad. Sabemos que nuestra cultura se encuentra en unas circunstancias especiales desde hace más de 34 años y está sometida a la censura y el ninguneo del régimen marroquí. Esto afecta, en primer lugar, a una cuestión fundamental: la libertad para crear de los artistas saharauis, tanto en los territorios ocupados como en los campos de refugiados. Nos encontramos condicionados, determinados por estas circunstancias a la hora de cultivar cualquier ámbito de la cultura. ¿Cómo dejarlas de lado a la hora de componer cualquier objeto artístico?
Mucha gente y muchos periodistas me preguntan a menudo, si mi música está al servicio de la causa. A los artistas nos satisface poder ofrecer un mensaje de denuncia de cualquier realidad humana si lo creemos justo, porque podemos influir en los demás al difundir ideas. La realidad de mi pueblo conduce mi manera de crear. Mi música refleja el sufrimiento, los pesares de mi gente. Es necesario denunciar esta situación. No hacerlo sería negar la evidencia. En cambio, tampoco quiero dejar de cantarle al amor o a la naturaleza del desierto del Sáhara Occidental o a otros asuntos que no están directamente afectados por la situación política de nuestro país, porque es algo que también merecemos.
Tengo el orgullo de ser nieta de Ljadra Mint Lmabruk. Mi inspiración más grande, mi abuela, siempre nos trasladó el gusto por la poesía, por las canciones y por el compromiso. Estoy orgullosa de darle continuidad a ese legado lleno de expresión, fundamento y sabiduría. Yo creo que los saharauis la apodamos la “poetisa del fusil” porque es muy explícita cuando hay que exteriorizar el sufrimiento y la rabia de su pueblo. Para mí, es la más grande. Ahora estoy ocupada en poner música a todos sus poemas para que los podamos corear ya que durante la guerra, fueron un himno para todos los saharauis. Son una parte importante de la banda sonora de mi vida ya que, en mi familia, poemas y canciones han brotado siempre de manera natural como parte del día a día, de nuestra vida diaria. Para pasar el rato, hacemos competiciones para ver quién hace la mejor melodía o canción o el mejor baile y convencer al jurado que siempre está formado por mi madre, Rabiaa, y mi abuela, Ljadra, las dos personas que más quiero, mis guías, las personas que me transmitieron su pasión por la música y por la poesía.
Hacer evolucionar una cultura ancestral, que siempre ha sido transmitida durante generaciones por tradición oralmente, en nuestras condiciones no es sencillo. Tenemos otras prioridades. Pero el arte juega un papel muy importante en la construcción y el desarrollo de los pueblos, ya que parte de ellos y va hacia ellos. Son su origen y su destino. De nosotros mismos depende nuestra capacidad de crear y de influir en nuestra propia cultura. Estoy muy contenta de aportar fusión a la cultura de mi país. Nuestra música tradicional es muy rica en matices y casa perfectamente con otras músicas que le aportan (y a las que aporta) modernidad e interculturalidad.
La historia reciente nos ha enseñado que un pueblo puede malvivir resistiendo, incluso desposeído de sus territorios, pero nunca podría hacerlo sin sus propias manifestaciones artisticas. La cultura en todos sus ámbitos es esencial en la historia de cualquier nación. Si miramos a nuestro alrededor, podemos comprobar cómo a muchos de los países de nuestro continente se les conoce en todo el mundo por su música. Así que nosotros hemos de salvaguardar, modernizar, difundir nuestra cultura de manera individual y colectiva ya que es el arma más poderosa que tenemos hoy en día los saharauis para que nuestro pueblo no caiga en el olvido ya que demuestra nuestra existencia y nuestra resistencia, que estamos vivos y seguimos creando.